-LA JOROBA DEL CARACOL- PRODUCTO DE FICCIÓN
Marta Ocaña
Los cables de mi pensamiento estaban tensos; no podía dejar de recordar aquella imagen en la que mis hermanos arrebatados de ira se daban de moquetes tan fuertes como dos chiquillos pueden llegar a imponerse el uno al otro. Esos momentos habían marcado mi infancia y han viajado conmigo desde hace 30 años sin dejarme descansar ni siquiera los fines de semana, en los que busco apagarlos mediante visitas a psiquiatras, terapeutas, gurús de la meditación y cualquier clase de medicina alternativa que a mi paso encuentro. Es por demás. Las imágenes retoman su lugar, reclamando un sitio en mi consciente, pues aburridas están de haber habitado en su contrario. Tiro una moneda en el territorio de lo desconocido que me ayude a tomar una decisión, una sentencia que me sea dictada y que ponga fin a la persecución de estas ideas que hacen de mí un muñeco de trapo, un espantapájaros en un campo olvidado por los cuervos o las garzas, un espíritu de carne que ni trasciende ni se materializa.
Nada; la moneda cae parada y así sostenida me indica que no tengo respuesta. Decido tomar mi bicicleta, la de mi juventud, la de mis hijos, la que me lleva al pan o a las tortillas. Pero esta vez quiero que me lleve al cielo y así se lo ordeno. Ella se queda inmóvil como si no me hubiera escuchado. Como si mi voz fuera muda; como si mis intenciones le importaran un carajo. Me enfurezco y la aviento. “habrá otra forma de llegar a cielo”.
Camino hacia la ventana y miro su reino: el reino de la ventana. Ella está ahí erguida, transparente y silenciosa. Domina desde su trono y su marco todo el horizonte; éste le obedece y se dedica a vivir y permitir la vida: accede al paso de las hormigas, la velocidad del viento que solo es brisa; dispensa la presencia de los árboles, de los peatones y los chóferes de automóviles que frente a ella pasan. Nada la inmuta
Es hasta que la tarde muere cuando decide ser alumbrada, reconocida, resucitada: magnificada. Y sólo cuando la casa duerme se permite el descanso. No cuenta conmigo y mis rabietas. No se ha hecho cargo de las voces que me acosan ni de los planes que mi pierna eléctrica construyen. Ella es altiva en su transparencia.
Decido vengarme de ella. Decido vengarme de mis hermanos. De su golpes secos. De su boca sangrante, de sus pulmones casi sin aire; de sus ganchos al hígado; de su angustia y de la mía. De mi zozobra y mi impotencia. Decido subirme en la joroba del caracol. Ése que se ve desde la altiva ventana de mi cuarto. Decido montarme y perderme en la infinita paciencia de sus pasos y su baba espesa y nauseabunda.
jueves, 23 de septiembre de 2010
miércoles, 28 de abril de 2010
en las garras del IMSS
Para efectos de este relato lo llamaré Juan José y es originario de esta ciudad. Trabaja en un taller de motocicletas y el miércoles pasado haciendo unas reparaciones en su vehículo, se le enredó la franela en la cadena de la moto y le agarró el pulgar derecho. Fue trasladado a la Clínica del Seguro Social que está en las calles de Cuauhtémoc y Melchor Ocampo en donde después de muchas horas le dijeron que requería cirugía reconstructiva. Juan José es un hombre muy serio y también paciente pero este pequeño accidente requería algo más que ser un hombre paciente.
En espera de la cirugía le indicaron ayuno con el fin de prepararlo para la operación que podría ser en cualquier momento (horas, días y noches completos). Así que se le presentaba una prueba de paciencia más otra de resistencia a la mundana sensación de comer. Debido al trajín del hospital, el número de derecho- habientes demandando servicio médico contra el número de doctores, especialistas y cirujanos, Juan José sigilo esperando así hasta el viernes, día en que debido a una infección contraída en la expectativa de la cirugía y falta de aplicación de antibióticos, la cual tuvo que ser combatida y eliminada antes de poder programar la intervención que requería desde su arribo, cuando no estaba infectado de nada: más días sin comer en una sala con atestada de enfermos y de familiares a su cuidado. Debo decir que la mujer de Juan José trabaja conmigo y han llegado a ser junto a su hijo de 7 años, gente muy querida y apreciada por mi familia. En esta parte de la historia ella deja a su hijo a las 8 en la escuela y corre al hospital para alcanzar al cirujano en quien recae la decisión de operarlo o no. Sin embargo el doctor no parece tener tiempo para Juan José; nos dicen que no hay forma, que hay cirugías que son más urgentes, que no hay médicos suficientes, que no hay quirófano disponible o que van a subrogar un médico externo para atender el caso. Llega el fin de semana, Juan José lleva 3 días internado por un dedo que requiere cirugía y cada día se le dice que lo operarán mañana. A estas fechas el patrón ya ha interpuesto una queja a la Delegación responsable y se ha entrevistado con la subdirectora quien promete que será intervenido el lunes por la mañana, así que más paciencia , menos alimentos, más oportunidad de infecciones esperando llegue el lunes y la cirugía. Amanece el lunes en el Seguro. Le llamo a su esposa a media mañana para preguntar si ya salió, cómo está y cuándo lo dan de alta pero la operación no llegó. La razón ella la desconoce. Le dicen que el martes. Martes: estoy en la clínica preguntando por el paciente. Me presento en el segundo piso después de pasar salas de espera con la capacidad al tope y en la central de enfermeras pregunto por Juan José; “¿qué es de Usted” contesto que trabaja conmigo y me dicen que “parece que está en el quirófano”. Pregunto que a qué hora está programada la cirugía y me dicen que depende del tráfico en quirófano. Salgo y antes de llegar a la salida decido volver a preguntarle a la subdirectora por Juan José. En el mismo tono descuidado e impersonal su asistente me dice después de un interrogatorio parco, y cortante que espere. Ella entra con la subdirectora quien después de “atender” a alguien más (doctores y enfermeras que salen y entran de su oficina me manda decir que busque al jefe de cirugía, el Doctor Piñero quien al escuchar que pregunto por él de parte de la subdirectora le dice a su secre asistente: “dile que pase”. Su escritorio está detrás de un pizarrón con lo que divide su área con la de recepcionista de manera que escucha quién está en la puerta pidiendo informes. “Dígame” me dice. “vengo a ver la situación del señor Juan José”. “¿Qué cama?”. “La 15 en segundo piso”. “¿Qué Doctor lo atiende?” pienso en responderle que ninguno pero lo evito porque de por sí ya lo siento predispuesto (yo también lo estoy) pero le contesto que no sé el nombre y trato de explicarle el caso. Pero me interrumpe y aprovecho para señalarle “la amabilidad que caracteriza a la institución” y por supuesto que estoy siendo muy educada pero muy irónica. Él se molesta y muy educadamente me empieza a regañar. Me reprende diciéndome que cómo uno pregunta él contesta. Me niego a aceptarlo porque evidentemente no es así pero como no me lo puedo echar encima, lo dejo hablar hasta que me toca el turno y le hago una semblanza del caso. Él se deslinda diciéndome que conoce “el caso” y la queja que ya se ha interpuesto, que se habló de ello en la reunión del día de ayer, que la subdirectora dice y desdice, que él trabaja con los médicos que hay y con los recursos que le otorgan. Yo le digo que el empleado paga una cuota y el patrón otra y que sirve para no ser atendido, infectado y maltratado, que debe entender la postura del enfermo y de quien paga las cuotas pero no se hace cargo. Argumenta que no le toca el contacto con el paciente sino tratar de administrar los recursos médicos y humanos y materiales que le dan para operar. Ya me ha ofrecido asiento porque antes de señalarle su amabilidad ni eso pudo ofrecer. Finalmente me dice que el paciente está en quirófano, que qué bueno que se puso la queja ante la Delegación regional, que así le ayudamos a que le se pueda mejorar el servicio, etc., etc. Me alecciona diciéndome que venga más tarde a ver al paciente, que a él le pregunte su estado o a su esposa. Es decir que ya no vuelva con él porque no podrá darme esos informes. Salgo y las salas de espera están más llenas. Una señora cambia sus medias y sus zapatos en el pasillo quizá preparándose para la consulta. Otra señora, pálida y muy delgada espera entre las puertas de entrada y salida en una silla de ruedas. Le da el aire, está sola. No dejan entrar a toda la gente porque no hay espacio ni para el paciente ni para quienes lo acompañan. Un hombre de unos 40 años bien vestido camina por un pasillo. Tiene color de enfermo. Trae una cachucha e imagino que está rapado, que tiene cáncer, que viene por su medicamento, que hay que usar el IMSS en estos casos debido al costo que implica. Me voy pensando en que espero sea cierto que Juan José está en quirófano, que lo den de alta para que no corra más riesgo dentro del hospital. Me voy enojada pensando en el rollo de los políticos: el seguro popular, la quiebra en la que están todas estas instituciones, la deficiencia, la indiferencia, la masa de gente enferma: la demagogia mexicana a la que nos hemos acostumbrado como un mal inherente a nuestra identidad y nacionalidad. Me da coraje ver lo que somos como país. Hay que ser muy desvergonzado para decir tantas mentiras y pienso en tantos funcionarios, tantos senadores, tantos diputados, tantos y tantos. Pienso en mi deseo que algún día, por alguna razón caigan en las garras del IMSS y veremos entonces si legislan igual, si mienten igual, si prometen igual. Mientras tanto a pagar sus cuotas empleados y patrones porque estamos en las garras del IMSS.
En espera de la cirugía le indicaron ayuno con el fin de prepararlo para la operación que podría ser en cualquier momento (horas, días y noches completos). Así que se le presentaba una prueba de paciencia más otra de resistencia a la mundana sensación de comer. Debido al trajín del hospital, el número de derecho- habientes demandando servicio médico contra el número de doctores, especialistas y cirujanos, Juan José sigilo esperando así hasta el viernes, día en que debido a una infección contraída en la expectativa de la cirugía y falta de aplicación de antibióticos, la cual tuvo que ser combatida y eliminada antes de poder programar la intervención que requería desde su arribo, cuando no estaba infectado de nada: más días sin comer en una sala con atestada de enfermos y de familiares a su cuidado. Debo decir que la mujer de Juan José trabaja conmigo y han llegado a ser junto a su hijo de 7 años, gente muy querida y apreciada por mi familia. En esta parte de la historia ella deja a su hijo a las 8 en la escuela y corre al hospital para alcanzar al cirujano en quien recae la decisión de operarlo o no. Sin embargo el doctor no parece tener tiempo para Juan José; nos dicen que no hay forma, que hay cirugías que son más urgentes, que no hay médicos suficientes, que no hay quirófano disponible o que van a subrogar un médico externo para atender el caso. Llega el fin de semana, Juan José lleva 3 días internado por un dedo que requiere cirugía y cada día se le dice que lo operarán mañana. A estas fechas el patrón ya ha interpuesto una queja a la Delegación responsable y se ha entrevistado con la subdirectora quien promete que será intervenido el lunes por la mañana, así que más paciencia , menos alimentos, más oportunidad de infecciones esperando llegue el lunes y la cirugía. Amanece el lunes en el Seguro. Le llamo a su esposa a media mañana para preguntar si ya salió, cómo está y cuándo lo dan de alta pero la operación no llegó. La razón ella la desconoce. Le dicen que el martes. Martes: estoy en la clínica preguntando por el paciente. Me presento en el segundo piso después de pasar salas de espera con la capacidad al tope y en la central de enfermeras pregunto por Juan José; “¿qué es de Usted” contesto que trabaja conmigo y me dicen que “parece que está en el quirófano”. Pregunto que a qué hora está programada la cirugía y me dicen que depende del tráfico en quirófano. Salgo y antes de llegar a la salida decido volver a preguntarle a la subdirectora por Juan José. En el mismo tono descuidado e impersonal su asistente me dice después de un interrogatorio parco, y cortante que espere. Ella entra con la subdirectora quien después de “atender” a alguien más (doctores y enfermeras que salen y entran de su oficina me manda decir que busque al jefe de cirugía, el Doctor Piñero quien al escuchar que pregunto por él de parte de la subdirectora le dice a su secre asistente: “dile que pase”. Su escritorio está detrás de un pizarrón con lo que divide su área con la de recepcionista de manera que escucha quién está en la puerta pidiendo informes. “Dígame” me dice. “vengo a ver la situación del señor Juan José”. “¿Qué cama?”. “La 15 en segundo piso”. “¿Qué Doctor lo atiende?” pienso en responderle que ninguno pero lo evito porque de por sí ya lo siento predispuesto (yo también lo estoy) pero le contesto que no sé el nombre y trato de explicarle el caso. Pero me interrumpe y aprovecho para señalarle “la amabilidad que caracteriza a la institución” y por supuesto que estoy siendo muy educada pero muy irónica. Él se molesta y muy educadamente me empieza a regañar. Me reprende diciéndome que cómo uno pregunta él contesta. Me niego a aceptarlo porque evidentemente no es así pero como no me lo puedo echar encima, lo dejo hablar hasta que me toca el turno y le hago una semblanza del caso. Él se deslinda diciéndome que conoce “el caso” y la queja que ya se ha interpuesto, que se habló de ello en la reunión del día de ayer, que la subdirectora dice y desdice, que él trabaja con los médicos que hay y con los recursos que le otorgan. Yo le digo que el empleado paga una cuota y el patrón otra y que sirve para no ser atendido, infectado y maltratado, que debe entender la postura del enfermo y de quien paga las cuotas pero no se hace cargo. Argumenta que no le toca el contacto con el paciente sino tratar de administrar los recursos médicos y humanos y materiales que le dan para operar. Ya me ha ofrecido asiento porque antes de señalarle su amabilidad ni eso pudo ofrecer. Finalmente me dice que el paciente está en quirófano, que qué bueno que se puso la queja ante la Delegación regional, que así le ayudamos a que le se pueda mejorar el servicio, etc., etc. Me alecciona diciéndome que venga más tarde a ver al paciente, que a él le pregunte su estado o a su esposa. Es decir que ya no vuelva con él porque no podrá darme esos informes. Salgo y las salas de espera están más llenas. Una señora cambia sus medias y sus zapatos en el pasillo quizá preparándose para la consulta. Otra señora, pálida y muy delgada espera entre las puertas de entrada y salida en una silla de ruedas. Le da el aire, está sola. No dejan entrar a toda la gente porque no hay espacio ni para el paciente ni para quienes lo acompañan. Un hombre de unos 40 años bien vestido camina por un pasillo. Tiene color de enfermo. Trae una cachucha e imagino que está rapado, que tiene cáncer, que viene por su medicamento, que hay que usar el IMSS en estos casos debido al costo que implica. Me voy pensando en que espero sea cierto que Juan José está en quirófano, que lo den de alta para que no corra más riesgo dentro del hospital. Me voy enojada pensando en el rollo de los políticos: el seguro popular, la quiebra en la que están todas estas instituciones, la deficiencia, la indiferencia, la masa de gente enferma: la demagogia mexicana a la que nos hemos acostumbrado como un mal inherente a nuestra identidad y nacionalidad. Me da coraje ver lo que somos como país. Hay que ser muy desvergonzado para decir tantas mentiras y pienso en tantos funcionarios, tantos senadores, tantos diputados, tantos y tantos. Pienso en mi deseo que algún día, por alguna razón caigan en las garras del IMSS y veremos entonces si legislan igual, si mienten igual, si prometen igual. Mientras tanto a pagar sus cuotas empleados y patrones porque estamos en las garras del IMSS.
miércoles, 24 de marzo de 2010
Teorías y desteorías
Abrir una libreta nueva o llegar a la mitad de ella es algo significativo. Es una señal de que algo se va a hacer o se ha hecho y viene una segunda parte que renueve, que dinamice lo que ha pasado, que deje atrás ese pasado y lo convierta en una nueva energía. Estas son mis teorías que sirven para acariciar el alma, para animarla y ayudarla a ponerse en una sintonía que armonice con la realidad del mundo, con sus movimientos, sus adagios, pausas, “crecendos” y sus allegros. Estos tiempos como los musicales que nos han sacudido a todos de manera masiva alrededor del mundo ya sea a través de estos tenebrosos sismos, secuestros entres allegados y familiares, operativos en centros metropolitanos otrora pujantes y pacíficos acompañados de un malestar social provocado por una economía que lejos de recuperarse, se estanca en este deplorable desprogreso económico.
Vengo escuchando a Carmen Aristegui y su análisis sobre los últimos acontecimientos en Monterrey, Ciudad Juárez y otras ciudades en el norte del país. Está conversando con otro analista quien afirma que si se quiere ir en serio en esta guerra contra las empresas del narcotráfico habría que empezar por coartar su capacidad para producir, almacenar, distribuir y administrar sus productos; es decir que debe elaborarse un proyecto encabezado por los sistemas de inteligencia que derive en la incautación de propiedades y cuentas bancarias que permiten a los señores de la droga enriquecerse y aumentar su poder gracias a las ausencias en la ley que propician y favorecen la creación de empresas aparentemente legales bajo las que operan alrededor de nuestro país y que trasciende fronteras por todo el mundo.
Esto es un sueño guajiro me digo mientras la escucho. Demasiados intereses conjugados, demasiada corrupción en las articulaciones de nuestros sistemas de justicia. Demasiados “demasiados”. De pronto el comentario es sobre aquellos que en México se pronuncian a favor de la legalización de las drogas; entre ellos Porfirio Muñoz, Ledo, Julieta Venegas y lo más sorprendente el ideólogo de “Vive sin Drogas” Ricardo Salinas Pliego y mi cabeza entonces hace corto circuito, ¿cómo, de qué se trata?; ahora todo el aparato de manipulación de opinión pública seguramente va a trabajar para que esto se fortalezca como un frente consolidado de la opinión que llamarán genuinamente “pública”.
Me digo que vivo en un planeta de incongruencias y estoy de acuerdo en que se vale cambiar de opinión pero dar estos bandazos no entra todavía en mis escalas de aceptación. Una cosa es que la gente decida o no fumar mota y tomar hasta embrutecerse o inyectarse o consumir una de tantas drogas duras que dicen hay circulando y otra cosa es que el Estado, los medios y demás poderes del mismo y de la sociedad, sólo por tener el poder, manipulen opiniones y creen un escenario de aceptación que no existe. Un escenario que lleva al deterioro del ser humano en más un sentido. Quién en su sano juicio puede decir que las drogas favorecen la positiva evolución de alguien. Quién conoce un ex adicto que diga que quiere volver a estar “ahí”, en la dependencia, en ese saco sin fondo en el que se encuentra cualquiera cuando la necesidad de consumir lleva al robo, a la prostitución, al crimen y en la mayoría de los casos a poner en peligro la vida.
Entiendo que puede haber uno y mil motivos por los cuales alguien se acerca al consumo de drogas. Entiendo que puede ser inquietante, interesante y sentirse una gran curiosidad por experimentarlas. Entiendo que hay momentos en que se puede uno sentir tan abrumado que ése puede ser un escape similar al del alcohol y que como ésa hay muchas decisiones que el ser humano hace a lo largo de sus vidas y que muchos pasan por estos momentos como una etapa más de su vida sin que necesariamente los consuma su propio consumo. Pero es inquietante que estas personalidades- Porfirio y Salinas Pliego se pronuncien a favor de su legalización.
Me pregunto si visualizan el país una vez que se aprobara. Qué tendríamos: gente legalmente “pasada” en cualquier lado a cualquier hora. Justificaciones para sus crímenes por estar bajo los efectos de una sustancia cuyo consumo es legal. ¿Cuáles son las implicaciones sociales al interior de las familias? ¿Se imaginan a los hijos diciéndoles a los papás que lo que hacen es “perfectamente aceptado”? ¿Qué no tenemos bastante deterioro en estos momentos? ¿Acaso podemos con lo que ahora enfrentamos con una sociedad aparentemente sana? Mi única respuesta es que la gran mayoría de los que mueven los hilos de este país es una bola de farsantes. Una bola de payasos que en busca de mantener, acrecentar y extender su poder no ven más que el beneficio personal y de sus más allegados. Seguramente que no saben lo que es vivir con un adicto como parte de la familia, o no les han secuestrado a nadie o mucho menos han sufrido la pérdida de algún ser querido en fuegos cruzados, asaltos u otros crimen que ahora es pan de todos los días. O seguramente yo –por alguna oscura razón- no logro ver el beneficio de la legalización de este tan fructífero negocios de algunos.
Me quiero regresar a mi libreta, a mi página en blanco, escribir una historia que tenga globos y serpentinas, columpios, perros, cerros sin casas de interés residencial, calles con niños que no temen ir y venir caminando de su escuela a la casa. Me quiero regresar ahí pero no creo que se pueda, por eso mi cerebro busca teorías, ideas que le ayuden a adaptarse porque una vez que alguien ha soltado públicamente estas ideas, no pasará mucho tiempo para que estén siendo discutidas en el Congreso, 15 minutos antes de que los diputados tomen sus merecidas vacaciones de semana santa.
martosa898@hotmail.com
http://trazoytrama.blogspot.com
Vengo escuchando a Carmen Aristegui y su análisis sobre los últimos acontecimientos en Monterrey, Ciudad Juárez y otras ciudades en el norte del país. Está conversando con otro analista quien afirma que si se quiere ir en serio en esta guerra contra las empresas del narcotráfico habría que empezar por coartar su capacidad para producir, almacenar, distribuir y administrar sus productos; es decir que debe elaborarse un proyecto encabezado por los sistemas de inteligencia que derive en la incautación de propiedades y cuentas bancarias que permiten a los señores de la droga enriquecerse y aumentar su poder gracias a las ausencias en la ley que propician y favorecen la creación de empresas aparentemente legales bajo las que operan alrededor de nuestro país y que trasciende fronteras por todo el mundo.
Esto es un sueño guajiro me digo mientras la escucho. Demasiados intereses conjugados, demasiada corrupción en las articulaciones de nuestros sistemas de justicia. Demasiados “demasiados”. De pronto el comentario es sobre aquellos que en México se pronuncian a favor de la legalización de las drogas; entre ellos Porfirio Muñoz, Ledo, Julieta Venegas y lo más sorprendente el ideólogo de “Vive sin Drogas” Ricardo Salinas Pliego y mi cabeza entonces hace corto circuito, ¿cómo, de qué se trata?; ahora todo el aparato de manipulación de opinión pública seguramente va a trabajar para que esto se fortalezca como un frente consolidado de la opinión que llamarán genuinamente “pública”.
Me digo que vivo en un planeta de incongruencias y estoy de acuerdo en que se vale cambiar de opinión pero dar estos bandazos no entra todavía en mis escalas de aceptación. Una cosa es que la gente decida o no fumar mota y tomar hasta embrutecerse o inyectarse o consumir una de tantas drogas duras que dicen hay circulando y otra cosa es que el Estado, los medios y demás poderes del mismo y de la sociedad, sólo por tener el poder, manipulen opiniones y creen un escenario de aceptación que no existe. Un escenario que lleva al deterioro del ser humano en más un sentido. Quién en su sano juicio puede decir que las drogas favorecen la positiva evolución de alguien. Quién conoce un ex adicto que diga que quiere volver a estar “ahí”, en la dependencia, en ese saco sin fondo en el que se encuentra cualquiera cuando la necesidad de consumir lleva al robo, a la prostitución, al crimen y en la mayoría de los casos a poner en peligro la vida.
Entiendo que puede haber uno y mil motivos por los cuales alguien se acerca al consumo de drogas. Entiendo que puede ser inquietante, interesante y sentirse una gran curiosidad por experimentarlas. Entiendo que hay momentos en que se puede uno sentir tan abrumado que ése puede ser un escape similar al del alcohol y que como ésa hay muchas decisiones que el ser humano hace a lo largo de sus vidas y que muchos pasan por estos momentos como una etapa más de su vida sin que necesariamente los consuma su propio consumo. Pero es inquietante que estas personalidades- Porfirio y Salinas Pliego se pronuncien a favor de su legalización.
Me pregunto si visualizan el país una vez que se aprobara. Qué tendríamos: gente legalmente “pasada” en cualquier lado a cualquier hora. Justificaciones para sus crímenes por estar bajo los efectos de una sustancia cuyo consumo es legal. ¿Cuáles son las implicaciones sociales al interior de las familias? ¿Se imaginan a los hijos diciéndoles a los papás que lo que hacen es “perfectamente aceptado”? ¿Qué no tenemos bastante deterioro en estos momentos? ¿Acaso podemos con lo que ahora enfrentamos con una sociedad aparentemente sana? Mi única respuesta es que la gran mayoría de los que mueven los hilos de este país es una bola de farsantes. Una bola de payasos que en busca de mantener, acrecentar y extender su poder no ven más que el beneficio personal y de sus más allegados. Seguramente que no saben lo que es vivir con un adicto como parte de la familia, o no les han secuestrado a nadie o mucho menos han sufrido la pérdida de algún ser querido en fuegos cruzados, asaltos u otros crimen que ahora es pan de todos los días. O seguramente yo –por alguna oscura razón- no logro ver el beneficio de la legalización de este tan fructífero negocios de algunos.
Me quiero regresar a mi libreta, a mi página en blanco, escribir una historia que tenga globos y serpentinas, columpios, perros, cerros sin casas de interés residencial, calles con niños que no temen ir y venir caminando de su escuela a la casa. Me quiero regresar ahí pero no creo que se pueda, por eso mi cerebro busca teorías, ideas que le ayuden a adaptarse porque una vez que alguien ha soltado públicamente estas ideas, no pasará mucho tiempo para que estén siendo discutidas en el Congreso, 15 minutos antes de que los diputados tomen sus merecidas vacaciones de semana santa.
martosa898@hotmail.com
http://trazoytrama.blogspot.com
martes, 23 de marzo de 2010
NOCHE Y SUEÑOS
Noche y sueños
Amor irreconciliable que deja rastro fuera de mis sentidos. Un momento perdido en la memoria, vivo en la piel y en su trazo irrepetible.
Diferente, equivocada, similar: coincidentes, divergentes, estridentes que la psicología moderna nos ha hecho catalogables y predecibles.
Tus ojos dibujan una mirada en un mundo que conozco por tu sonrisa.
Abismo sincero. Vida. Trabajo. Conversación y sorpresa. Rollo y vida. Luna y luz. Nudo y llanto. Movimiento. Un deseo. Lila y rosa. Peces y lirios. Ranas y príncipes. Elefantes y rinos. Morsa, foca y ballena hermanas del volumen, del peso que se hace ligero en agua tibia. Hermanas de la corriente y de la marea. De lo que dice tu alma por los labios y que no dicen ésos, los míos y que de todos modos entiendes.
De una espalda desnuda y de una pierna fuera de las sábanas. Un ruido oscuro y lejano con olor a flor de noche de mayo y madrugada y grillo neurótico que la tortura con sus horas; desliz de las hojas sobre el aire.
Te habito en mis sueños, Forma y color tomas a partir de la decisión de estas noches vastas de tiempo, de ventanas abiertas con estrellas distantes anuladas por la luz de la ciudad, la de los motores y escapes.
Una espalda desnuda, la pierna bajo las sábanas, una luz que deslumbra, El aire que vino con la noche. La oscuridad que me trae de vuelta eso que consagra rutinas y explicaciones, que prevé para romper.
¿De qué estamos hechos? Yo de ti un poco, de mis hijos y de mis tres amigos. De lo que tu mente ahora repasa. Y soy un tren que no se detuvo durante el verano.
Soy una parte de melancolía añorada y alegría futura. Soy la que me gustaría ser y mi imposibilidad para lograrlo. Soy una provinciana multicultural: vieja joven transvanguardista con momentos eternamente estudiantiles.
Soy tú cuando dices eso que prende una luz en mis huecos y muy yo cuando desacuerdo con tus etiquetas. Soy yo nuevamente cuando te contradices y no lo percibes.
Me convierto en mi madre cuando tiendo la cama. En mi padre cuando apilo libros en un buró. De nuevo yo cuando juego a no serlo, reconquistándome de mi circunstancia, de este momento glorioso que da las condiciones para graduarme en la abnegación femenina, la que detesto abiertamente pero que deseo en una mínima dosis para disimular la inconformidad.
Te quedas; yo quiero irme. Convertirme en chófer de autobús sin pasaje, Ir por fotos y regresar con lo 10 rollos llenos de almas que encuentre en la carretera. La de la señora de la miscelánea, la del mecánico de esa zona rural, la del niño que vende serpientes raquíticas; la de muchos árboles que inundan de verde todo a su paso. De troncos dramáticos y caminos infinitamente rectos que llevan a más aridez.
Voy a ir a recoger y a robarme en mis fotos esos espíritus tristes que penetran la tierra color polvo y terrón, talco y roca. Voy a traer sus tristeza, el hambre de sus ojos y sus pies desnudos para que se les olvide un rato que están bajo esos soles tan largos.
Pero también me quiero traer su fuerza, la que todos los días los levanta del petate con sus gallos y sus perros escandalosos. Me voy a robar su gusto por la compañía y la visita. Su añoranza por la conversación y el color de sus paredes que contrastan con los tonos pálidos de su geografía. Ésa que algunos aborrecen porque no le deja camino a la imaginación con sus límites y fronteras. A ellos les voy a traer unas fotos de cerros azules, de norias resecas, de veredas comunes y calles de tierra para que le agarren gusto a la geografía., a los surcos en donde debiera correr agua, y el aironazo en esos llanos que les deja el semblante y los ombligos polveados. La foto de un país que me duele cuando me acuerdo que está ahí.
Esto ocurre en la mende durante la noche; una noche bella que aunque no mire la reconozco y la disfruto cuando sé que está ahí, De quien me he vuelto amiga cuando duermo bien y su protegida cuando el sueño me lleva de ojos abiertos; admiradora de sus horas tempranas y a quien espero todos los días como medicina, descanso y misterio.
Amor irreconciliable que deja rastro fuera de mis sentidos. Un momento perdido en la memoria, vivo en la piel y en su trazo irrepetible.
Diferente, equivocada, similar: coincidentes, divergentes, estridentes que la psicología moderna nos ha hecho catalogables y predecibles.
Tus ojos dibujan una mirada en un mundo que conozco por tu sonrisa.
Abismo sincero. Vida. Trabajo. Conversación y sorpresa. Rollo y vida. Luna y luz. Nudo y llanto. Movimiento. Un deseo. Lila y rosa. Peces y lirios. Ranas y príncipes. Elefantes y rinos. Morsa, foca y ballena hermanas del volumen, del peso que se hace ligero en agua tibia. Hermanas de la corriente y de la marea. De lo que dice tu alma por los labios y que no dicen ésos, los míos y que de todos modos entiendes.
De una espalda desnuda y de una pierna fuera de las sábanas. Un ruido oscuro y lejano con olor a flor de noche de mayo y madrugada y grillo neurótico que la tortura con sus horas; desliz de las hojas sobre el aire.
Te habito en mis sueños, Forma y color tomas a partir de la decisión de estas noches vastas de tiempo, de ventanas abiertas con estrellas distantes anuladas por la luz de la ciudad, la de los motores y escapes.
Una espalda desnuda, la pierna bajo las sábanas, una luz que deslumbra, El aire que vino con la noche. La oscuridad que me trae de vuelta eso que consagra rutinas y explicaciones, que prevé para romper.
¿De qué estamos hechos? Yo de ti un poco, de mis hijos y de mis tres amigos. De lo que tu mente ahora repasa. Y soy un tren que no se detuvo durante el verano.
Soy una parte de melancolía añorada y alegría futura. Soy la que me gustaría ser y mi imposibilidad para lograrlo. Soy una provinciana multicultural: vieja joven transvanguardista con momentos eternamente estudiantiles.
Soy tú cuando dices eso que prende una luz en mis huecos y muy yo cuando desacuerdo con tus etiquetas. Soy yo nuevamente cuando te contradices y no lo percibes.
Me convierto en mi madre cuando tiendo la cama. En mi padre cuando apilo libros en un buró. De nuevo yo cuando juego a no serlo, reconquistándome de mi circunstancia, de este momento glorioso que da las condiciones para graduarme en la abnegación femenina, la que detesto abiertamente pero que deseo en una mínima dosis para disimular la inconformidad.
Te quedas; yo quiero irme. Convertirme en chófer de autobús sin pasaje, Ir por fotos y regresar con lo 10 rollos llenos de almas que encuentre en la carretera. La de la señora de la miscelánea, la del mecánico de esa zona rural, la del niño que vende serpientes raquíticas; la de muchos árboles que inundan de verde todo a su paso. De troncos dramáticos y caminos infinitamente rectos que llevan a más aridez.
Voy a ir a recoger y a robarme en mis fotos esos espíritus tristes que penetran la tierra color polvo y terrón, talco y roca. Voy a traer sus tristeza, el hambre de sus ojos y sus pies desnudos para que se les olvide un rato que están bajo esos soles tan largos.
Pero también me quiero traer su fuerza, la que todos los días los levanta del petate con sus gallos y sus perros escandalosos. Me voy a robar su gusto por la compañía y la visita. Su añoranza por la conversación y el color de sus paredes que contrastan con los tonos pálidos de su geografía. Ésa que algunos aborrecen porque no le deja camino a la imaginación con sus límites y fronteras. A ellos les voy a traer unas fotos de cerros azules, de norias resecas, de veredas comunes y calles de tierra para que le agarren gusto a la geografía., a los surcos en donde debiera correr agua, y el aironazo en esos llanos que les deja el semblante y los ombligos polveados. La foto de un país que me duele cuando me acuerdo que está ahí.
Esto ocurre en la mende durante la noche; una noche bella que aunque no mire la reconozco y la disfruto cuando sé que está ahí, De quien me he vuelto amiga cuando duermo bien y su protegida cuando el sueño me lleva de ojos abiertos; admiradora de sus horas tempranas y a quien espero todos los días como medicina, descanso y misterio.
viernes, 19 de marzo de 2010
“Sostener una espiga de cereal en las manos
y recordar que la vida sigue siendo fructífera
en un mundo que está continuamente penetrado
por todas las formas de muerte”.
Anónimo
SABIDURÍA
Esta mañana mientras iba de una oficina a otra escuché en algún noticiero algo sobre la responsabilidad de los gobiernos para ocuparse de los desechos tóxicos y no tóxicos (al final si no se confinan de manera adecuada todos son foco de contaminación) y mi mente, ya saben, voló. Pensé en esta ciudad, en este país, en este mundo como si fuera mi casa. Recordé que esta misma mañana más temprano llamó mi atención unas bolsas de basura ya rotas y dispersas por la banqueta que seguramente el empleado de la basura no vio o que el vecino sacó una vez que el camión había pasado. Y mientras me conversaba con mi mente. visualicé mis calles, mi comunidad y mi CP como una responsabilidad compartida pero como una responsabilidad que emana del que produce la basura que ilusamente colocamos en bolsas negras, blancas o de algún súper, esperando que al desaparecer de la vista o del horizonte doméstico o industrial, desaparecerá también del planeta y por lo mismo sin producir daño alguno. Nos gusta esa ingenuidad en casos como éste. Nos gusta pensar que podemos usar todos los pañales desechables, las bolsas que contienen jugos, refrescos o aguas frescas “para llevar” sin ninguna consecuencia más que nuestra propia limpieza o digestión. Nos sentimos fuera de la cadena en donde somos uno de los eslabones más importantes de la producción y confinamiento de desechos de variedades inusitadas. Me imaginé proponiendo a la industria y a la empresa darse a la tarea de procesar sustentablemente sus propias escorias, idear sistemas que reciclen, re-usen o reduzcan; pero de inmediato los vi diciendo que sí pero haciendo las artimañas necesarias para aparentar que se hace con tal de no recibir multas o castigos administrativos o judiciales. Finalmente rediseñar sus sistemas cuesta y mucho. “Vi” los procedimientos que el gobierno utilizaría para verificar y supervisar que la norma se acatara y no solamente se aceptara de palabra, y me dí cuenta de que esos sistemas estaban conformados por empleados que ganan tres pesos, que tienen nula consciencia ecológica y lo que buscan es elevar el ingreso mensual sin importar a costa de qué se obtiene. Y no creo que porque seamos esa raza en cuyas entrañas habita la maldad de la mano de la facultad del raciocino, o porque por generaciones el más listo también ha sido el menos generoso o porque el menos favorecido también ha sido el más flojo, o porque el menos capaz es también el menos interesado. Factores, hay todos. Pero la idea de ver la ciudad o cuando menos la colonia en donde una vive como propia, y adecuar ese pensamiento a lo que de nuestras casas sale a la calle y a los servicios públicos de los que todos nos servimos y alimentamos, me pareció una idea sencilla que cada quien puede adaptar según los usos y costumbres de individuos y familias. Separar la basura, comprimirla, clasificarla y hasta limpiarla podría mejorar la vida hasta de los pepenadotes, quienes sobreviven y algunos hasta se enriquecen, pero que seguramente más que afectar esta cadena podríamos modificarla y enriquecerla. Hace días se hizo el intento de que el sistema educativo público de nuestra ciudad tomara cartas en el asunto colaborando en programas que ayudarían a niños y padres de familia a educarse en este rubro, pero los lidercillos –que siempre hay uno por ahí- bloquearon el proyecto y se quedó el plan en un sueño con buenas intenciones. Seguramente dieron buenas excusas y buenas razones. Y así son muchas cosas en este país. “Las ganas o la voluntad” –como dicen los políticos- existe. Pero existen con ello demasiados intereses que ven en todo esto la forma de secuestrar el bienestar de la comunidad buscando puestecillos y algo de poder. Y así será hasta que lo permitamos o alguien con mucha sabiduría ponga un hasta aquí, lo cual como lo vemos desde el lado ciudadano: urge. Necesitamos ese alto en tantos lados que amerita una columna por cada uno de ellos. Digamos nada más que no es un alto autoritario pero es un alto que debe venir de la autoridad porque la ciudadanía le ha dado esa facultad y porque es quien tiene los recursos logísticos para llevarlo con la civilidad que todo asunto ciudadano requiere. En fin, eso procesé de una oficina a otra; de un lado a otro de la ciudad soñé mientras manejaba que san Luis podría verse como nuestra casa, cuando menos como la mía, cuando menos limpia.
y recordar que la vida sigue siendo fructífera
en un mundo que está continuamente penetrado
por todas las formas de muerte”.
Anónimo
SABIDURÍA
Esta mañana mientras iba de una oficina a otra escuché en algún noticiero algo sobre la responsabilidad de los gobiernos para ocuparse de los desechos tóxicos y no tóxicos (al final si no se confinan de manera adecuada todos son foco de contaminación) y mi mente, ya saben, voló. Pensé en esta ciudad, en este país, en este mundo como si fuera mi casa. Recordé que esta misma mañana más temprano llamó mi atención unas bolsas de basura ya rotas y dispersas por la banqueta que seguramente el empleado de la basura no vio o que el vecino sacó una vez que el camión había pasado. Y mientras me conversaba con mi mente. visualicé mis calles, mi comunidad y mi CP como una responsabilidad compartida pero como una responsabilidad que emana del que produce la basura que ilusamente colocamos en bolsas negras, blancas o de algún súper, esperando que al desaparecer de la vista o del horizonte doméstico o industrial, desaparecerá también del planeta y por lo mismo sin producir daño alguno. Nos gusta esa ingenuidad en casos como éste. Nos gusta pensar que podemos usar todos los pañales desechables, las bolsas que contienen jugos, refrescos o aguas frescas “para llevar” sin ninguna consecuencia más que nuestra propia limpieza o digestión. Nos sentimos fuera de la cadena en donde somos uno de los eslabones más importantes de la producción y confinamiento de desechos de variedades inusitadas. Me imaginé proponiendo a la industria y a la empresa darse a la tarea de procesar sustentablemente sus propias escorias, idear sistemas que reciclen, re-usen o reduzcan; pero de inmediato los vi diciendo que sí pero haciendo las artimañas necesarias para aparentar que se hace con tal de no recibir multas o castigos administrativos o judiciales. Finalmente rediseñar sus sistemas cuesta y mucho. “Vi” los procedimientos que el gobierno utilizaría para verificar y supervisar que la norma se acatara y no solamente se aceptara de palabra, y me dí cuenta de que esos sistemas estaban conformados por empleados que ganan tres pesos, que tienen nula consciencia ecológica y lo que buscan es elevar el ingreso mensual sin importar a costa de qué se obtiene. Y no creo que porque seamos esa raza en cuyas entrañas habita la maldad de la mano de la facultad del raciocino, o porque por generaciones el más listo también ha sido el menos generoso o porque el menos favorecido también ha sido el más flojo, o porque el menos capaz es también el menos interesado. Factores, hay todos. Pero la idea de ver la ciudad o cuando menos la colonia en donde una vive como propia, y adecuar ese pensamiento a lo que de nuestras casas sale a la calle y a los servicios públicos de los que todos nos servimos y alimentamos, me pareció una idea sencilla que cada quien puede adaptar según los usos y costumbres de individuos y familias. Separar la basura, comprimirla, clasificarla y hasta limpiarla podría mejorar la vida hasta de los pepenadotes, quienes sobreviven y algunos hasta se enriquecen, pero que seguramente más que afectar esta cadena podríamos modificarla y enriquecerla. Hace días se hizo el intento de que el sistema educativo público de nuestra ciudad tomara cartas en el asunto colaborando en programas que ayudarían a niños y padres de familia a educarse en este rubro, pero los lidercillos –que siempre hay uno por ahí- bloquearon el proyecto y se quedó el plan en un sueño con buenas intenciones. Seguramente dieron buenas excusas y buenas razones. Y así son muchas cosas en este país. “Las ganas o la voluntad” –como dicen los políticos- existe. Pero existen con ello demasiados intereses que ven en todo esto la forma de secuestrar el bienestar de la comunidad buscando puestecillos y algo de poder. Y así será hasta que lo permitamos o alguien con mucha sabiduría ponga un hasta aquí, lo cual como lo vemos desde el lado ciudadano: urge. Necesitamos ese alto en tantos lados que amerita una columna por cada uno de ellos. Digamos nada más que no es un alto autoritario pero es un alto que debe venir de la autoridad porque la ciudadanía le ha dado esa facultad y porque es quien tiene los recursos logísticos para llevarlo con la civilidad que todo asunto ciudadano requiere. En fin, eso procesé de una oficina a otra; de un lado a otro de la ciudad soñé mientras manejaba que san Luis podría verse como nuestra casa, cuando menos como la mía, cuando menos limpia.
martes, 9 de marzo de 2010
ALMA, PLANETA, UNIVERSO
ALMA, PLANETA, UNIVERSO…
Qué difícil ponerse en los zapatos ajenos…hasta no experimentar en carne propia puede uno entender las emociones, el dolor o la alegría de otros. Esto porque ayer me descompuse…mis circuitos digestivos se congestionaron en algo que pudo haber sido una infección, pero como les decimos a los niños “ya pasó, ya pasó”. El cuerpo y uno mismo es una cosa maravillosa pero en realidad no encuentro las palabras que puedan definir lo que me parece esta conexión que tenemos entre nuestras funciones de vida y las vibraciones del espíritu que en momentos bloquean nuestros conductos de vida provocándonos trastornos que no explicamos y no le vemos relación con lo que o bien comimos o experimentamos. Será que no alcanzamos a entender todavía esa máxima que alude a conocernos cada vez mejor a nosotros mismos. Yo desde hace unas dos semanas tengo un bloqueo entre mis lágrimas y el alucine de perder un hermano. Siento que es una emoción que mi cuerpo rechaza que mi mente no digiere y que por tal, mi estómago se afecta hasta que las lágrimas no expresadas enferman el cuerpo hasta dejarme un poco más que inútil. Sólo entonces ese dolor proveniente del alma que se convierte en un dolor físico permite que el llanto brote y mis lloros encuentren su camino de salida por estos lagrimales que ahora están más que húmedos. Nuestras falsas defensas más que protegernos confabulan y se organizan para mostrarnos nuestra debilidad, nuestro desasosiego por las faltas que experimentamos cuando alguien tan querido deja de respirar. Este organismo que muchos contemplan como templo del Espíritu Santo, éste tan bien sincronizado cuerpo, esta entidad que tiene tres personas distintas en una misma, pasa por espasmos de conflicto que sólo pocos pueden explicar y o entender por más que busquemos las razones o utilicemos metáforas electrónicas para describir esta más que máquina que alberga nuestras vidas, ajenas casi, a nuestra voluntad o a nuestra consciencia. Quizá por ello cuando uno tiene más de cuatro o cinco décadas brincoteando sobre el planeta y de aquí para allá, recurren los pensamientos sobre la trascendencia de la vida, la meditación y la relación entre mente, cuerpo y alma. Me dan ganas de uno de esos retiros de silencio en donde en otros tiempos encontré de todo menos eso; pero que en su momento puedo contarlos como los episodios más reconfortantes y hasta divertidos de mi vida. Quizá por la guía, quizá por la compañía y también por la circunstancia. A veces creo que tan sólo somos eso, una circunstancia que manipulamos entre todos, con nuestras interacciones, nuestras actitudes, nuestras decisiones. Ésa vínculo que muchos utilizan para demostrar que el deterioro del planeta de debe a eso a la forma de plantarnos en el mundo y ante los demás. Pensando además, que el planeta es algo lejano, producto de la ficción, o tema del Discovery Channel. Bajo esa premisa en lugar de levantar áreas verdes, levantamos fraccionamientos en zonas que ingenuamente creemos no son necesarias para el equilibrio ecológico, imponiendo estilos de vida y nuevas costumbres para nuevas ganancias de quienes conciben y llevan a la práctica tan fabulosas ideas de progreso y desarrollo vial o de vivienda. Tapamos los lagrimales de la tierra hasta que esta agua se convierte en diluvios que escurren sin encontrar cerros o llanos que los puedan aprovechar. La tierra llora, se inquieta y estalla porque le duele lo que le hacemos, le duele que asesinemos sus matorrales, sus malezas, la maraña de cactáceas y plantas de nombre desconocido por común que es en el malentendido de que no sirven para nada. Este es el antecedente de cambiar el paisaje de esta ciudad con sus cerros cercando la vista, por hermosísimo – porque lo son- horizontes de arquitectura vanguardista. Y si bien esto pareciera un ataque para quienes han creído que esto es lo que una población necesitamos, quisiera que pudiera ser una cosquilla que los empiece a inquietar y apliquen su creatividad y recursos para formar verdaderos espacios de convivencia, pues está por demás decir en qué se convierten muchas de estas ideas: muros con graffiti, gente apilada como en caja de galletas, concreto y cemento formando un horizonte gris y plano. Me gustaría pensar que somos más que esta circunstancia y que somos capaces de mantener los canales de nuestro planeta limpios, para que la vida que fluye en ellos siga corriendo y no nos provoque las catástrofes que nos hemos acostumbrado a ver últimamente. Vamos conociendo mejor nuestro planeta quizás nos ayude a conocernos un poco más a nosotros mismo. Martosa898@hotmail.com. http://trazoytrama.blogspot.com
Qué difícil ponerse en los zapatos ajenos…hasta no experimentar en carne propia puede uno entender las emociones, el dolor o la alegría de otros. Esto porque ayer me descompuse…mis circuitos digestivos se congestionaron en algo que pudo haber sido una infección, pero como les decimos a los niños “ya pasó, ya pasó”. El cuerpo y uno mismo es una cosa maravillosa pero en realidad no encuentro las palabras que puedan definir lo que me parece esta conexión que tenemos entre nuestras funciones de vida y las vibraciones del espíritu que en momentos bloquean nuestros conductos de vida provocándonos trastornos que no explicamos y no le vemos relación con lo que o bien comimos o experimentamos. Será que no alcanzamos a entender todavía esa máxima que alude a conocernos cada vez mejor a nosotros mismos. Yo desde hace unas dos semanas tengo un bloqueo entre mis lágrimas y el alucine de perder un hermano. Siento que es una emoción que mi cuerpo rechaza que mi mente no digiere y que por tal, mi estómago se afecta hasta que las lágrimas no expresadas enferman el cuerpo hasta dejarme un poco más que inútil. Sólo entonces ese dolor proveniente del alma que se convierte en un dolor físico permite que el llanto brote y mis lloros encuentren su camino de salida por estos lagrimales que ahora están más que húmedos. Nuestras falsas defensas más que protegernos confabulan y se organizan para mostrarnos nuestra debilidad, nuestro desasosiego por las faltas que experimentamos cuando alguien tan querido deja de respirar. Este organismo que muchos contemplan como templo del Espíritu Santo, éste tan bien sincronizado cuerpo, esta entidad que tiene tres personas distintas en una misma, pasa por espasmos de conflicto que sólo pocos pueden explicar y o entender por más que busquemos las razones o utilicemos metáforas electrónicas para describir esta más que máquina que alberga nuestras vidas, ajenas casi, a nuestra voluntad o a nuestra consciencia. Quizá por ello cuando uno tiene más de cuatro o cinco décadas brincoteando sobre el planeta y de aquí para allá, recurren los pensamientos sobre la trascendencia de la vida, la meditación y la relación entre mente, cuerpo y alma. Me dan ganas de uno de esos retiros de silencio en donde en otros tiempos encontré de todo menos eso; pero que en su momento puedo contarlos como los episodios más reconfortantes y hasta divertidos de mi vida. Quizá por la guía, quizá por la compañía y también por la circunstancia. A veces creo que tan sólo somos eso, una circunstancia que manipulamos entre todos, con nuestras interacciones, nuestras actitudes, nuestras decisiones. Ésa vínculo que muchos utilizan para demostrar que el deterioro del planeta de debe a eso a la forma de plantarnos en el mundo y ante los demás. Pensando además, que el planeta es algo lejano, producto de la ficción, o tema del Discovery Channel. Bajo esa premisa en lugar de levantar áreas verdes, levantamos fraccionamientos en zonas que ingenuamente creemos no son necesarias para el equilibrio ecológico, imponiendo estilos de vida y nuevas costumbres para nuevas ganancias de quienes conciben y llevan a la práctica tan fabulosas ideas de progreso y desarrollo vial o de vivienda. Tapamos los lagrimales de la tierra hasta que esta agua se convierte en diluvios que escurren sin encontrar cerros o llanos que los puedan aprovechar. La tierra llora, se inquieta y estalla porque le duele lo que le hacemos, le duele que asesinemos sus matorrales, sus malezas, la maraña de cactáceas y plantas de nombre desconocido por común que es en el malentendido de que no sirven para nada. Este es el antecedente de cambiar el paisaje de esta ciudad con sus cerros cercando la vista, por hermosísimo – porque lo son- horizontes de arquitectura vanguardista. Y si bien esto pareciera un ataque para quienes han creído que esto es lo que una población necesitamos, quisiera que pudiera ser una cosquilla que los empiece a inquietar y apliquen su creatividad y recursos para formar verdaderos espacios de convivencia, pues está por demás decir en qué se convierten muchas de estas ideas: muros con graffiti, gente apilada como en caja de galletas, concreto y cemento formando un horizonte gris y plano. Me gustaría pensar que somos más que esta circunstancia y que somos capaces de mantener los canales de nuestro planeta limpios, para que la vida que fluye en ellos siga corriendo y no nos provoque las catástrofes que nos hemos acostumbrado a ver últimamente. Vamos conociendo mejor nuestro planeta quizás nos ayude a conocernos un poco más a nosotros mismo. Martosa898@hotmail.com. http://trazoytrama.blogspot.com
martes, 2 de marzo de 2010
FACHADAS
But if you decide to disappear
Disappear without a trace of you
Fachadas
No me despiertes. No hasta que los sueños se queden pegados en tus palmas y puedas traerlos contigo de vuelta. Quiero que tus ojos sigan volando detrás de personajes absurdos e inexistentes que ves cuando crees dormir y así las fantasías nacidas en tu frente se proyecten en ese espacio negro, escapando lejos de la puerta de las experiencias. Quédate conmigo soñando hasta que el desconcierto producido por el retozo con seres alados y animales fabulosos que ríen y hablan, se cuelen en cada rincón de tus pensamientos y con ellos en tus huesos puedas resistir un mundo que sin sentido del humor ha negado las bromas de la Edad Media en torno a su redondez. Sobre esas cejas niñas dibuja un mundo cuadrado. Por sus bordes de ángulo recto desbarranca risas, elefantes y bicicletas. Así déjalos caer en una laguna de oxígeno azul que los irá inflando hasta llegar a las estepas de un espacio infinito convertido en universo. Sueña que sueñas con las hermanas de los duendes mientras en susurros te revelan sus nombres, esos secretos que permiten deshilar la paja tejiendo oro mientras murmuras canciones de cuna en una torre cercana a las estrellas. Sueña dormida que despiertas y cantas tus sueños en un foro lleno de lluvia invertida que compite con las fuentes dejando las nubes mojadas. Vuela sobre las habitaciones de tu casa buscando recuerdos que nadie olvida porque están en la memoria colectiva que la humanidad ha estado construyendo desde que abandonó el arca del diluvio. Quizá con ellos en tus dedos puedas recobrar la ingenuidad con que fuimos creados eliminando de nuestro genoma el raciocinio y la lógica que nos han convertido en un sistema y no en un reino. Y mientras escalas Babel y su torre, pon tu marca en sus muros, en cada piso, en cada lengua. Vuelca en ella sonidos y colores infantiles y limpios que alejen el peligro que nos dicen que corremos los que habitamos la modernidad y sus colonias. Demuestra que tu graffiti no es acoso ni asechanza sino grito de auxilio ante el ahogo que produce el concreto y las unidades habitacionales. Regresa con un pliego autorizado para el recreo y el mar abierto. Sueña que nos regresan los mares limpios, los niños en las calles, la gente con sus vecinos y la vida como en una pausa que sin detener permite, aprueba, asiente. Eres una hermana, una hija, una madre o más que todo: una mujer. Conserva la utopía en tus proyectos mientras sueñas y te vuelves polvo que habrá de volver al camino. Pero antes de regresarr y dejar de soñar, recita mantras, produce besos, encuentra coincidencias y cuando ya no puedas más vuelve por mí mientras sueñas que usas una capa invisible, perdida entre las sábanas con las que otros han tapado tu cara hace minutos cuando dejaste de regalarnos tu aliento.
Disappear without a trace of you
Fachadas
No me despiertes. No hasta que los sueños se queden pegados en tus palmas y puedas traerlos contigo de vuelta. Quiero que tus ojos sigan volando detrás de personajes absurdos e inexistentes que ves cuando crees dormir y así las fantasías nacidas en tu frente se proyecten en ese espacio negro, escapando lejos de la puerta de las experiencias. Quédate conmigo soñando hasta que el desconcierto producido por el retozo con seres alados y animales fabulosos que ríen y hablan, se cuelen en cada rincón de tus pensamientos y con ellos en tus huesos puedas resistir un mundo que sin sentido del humor ha negado las bromas de la Edad Media en torno a su redondez. Sobre esas cejas niñas dibuja un mundo cuadrado. Por sus bordes de ángulo recto desbarranca risas, elefantes y bicicletas. Así déjalos caer en una laguna de oxígeno azul que los irá inflando hasta llegar a las estepas de un espacio infinito convertido en universo. Sueña que sueñas con las hermanas de los duendes mientras en susurros te revelan sus nombres, esos secretos que permiten deshilar la paja tejiendo oro mientras murmuras canciones de cuna en una torre cercana a las estrellas. Sueña dormida que despiertas y cantas tus sueños en un foro lleno de lluvia invertida que compite con las fuentes dejando las nubes mojadas. Vuela sobre las habitaciones de tu casa buscando recuerdos que nadie olvida porque están en la memoria colectiva que la humanidad ha estado construyendo desde que abandonó el arca del diluvio. Quizá con ellos en tus dedos puedas recobrar la ingenuidad con que fuimos creados eliminando de nuestro genoma el raciocinio y la lógica que nos han convertido en un sistema y no en un reino. Y mientras escalas Babel y su torre, pon tu marca en sus muros, en cada piso, en cada lengua. Vuelca en ella sonidos y colores infantiles y limpios que alejen el peligro que nos dicen que corremos los que habitamos la modernidad y sus colonias. Demuestra que tu graffiti no es acoso ni asechanza sino grito de auxilio ante el ahogo que produce el concreto y las unidades habitacionales. Regresa con un pliego autorizado para el recreo y el mar abierto. Sueña que nos regresan los mares limpios, los niños en las calles, la gente con sus vecinos y la vida como en una pausa que sin detener permite, aprueba, asiente. Eres una hermana, una hija, una madre o más que todo: una mujer. Conserva la utopía en tus proyectos mientras sueñas y te vuelves polvo que habrá de volver al camino. Pero antes de regresarr y dejar de soñar, recita mantras, produce besos, encuentra coincidencias y cuando ya no puedas más vuelve por mí mientras sueñas que usas una capa invisible, perdida entre las sábanas con las que otros han tapado tu cara hace minutos cuando dejaste de regalarnos tu aliento.
miércoles, 24 de febrero de 2010
ABSTRACTO
Inútil es luchar contra los deseos del corazón. Lo que quiere lo compra con el alma
Heráclito
R esponder a las gesticulaciones del tiempo, a la inercia de las veinticuatro horas, a la sonrisa de cualquier niño, a la sombra del final, son maneras de estar en la vida. Son trozos de experiencia, circuitos emocionales que nos envuelven, nos acarician, nos ligan, nos atan, nos anudan, nos estiran y abandonan llegado el momento. Pienso en lila y en otros colores que no pueden ponerse en una palabra o en muchas aunque usemos un tercio del diccionario.
Así son los afectos, se sienten en algún lugar del cuerpo: en un brazo, en la mejilla, cerca y detrás del oído, en el ombligo, en la espinilla, las corvas y el final de la espalda. Tienen su sitio y una descripción de acuerdo a quien lo diga pero no hemos atinado en la palabra que los materialice. En dichos momentos evoco la imaginación de mi amiga Eugenia y su facilidad para inventar palabras cuyo sonido refleje la sensación o lo más cercano a cualquiera de ellas. Un lenguaje que no es más que la objetiva presencia de algo que rebasa lo relativo, es casi intangible, paradójico, inaccesible, como el viento en las manos, y sin embargo se siente y se experimenta, cosquillea y puede llegar a seducir o torturar. Quizá los médicos lo llamen somatización. No sé. Hace tiempo que algunas palabras me quedan chiquitas, me saben ambiguas, lentas o apresuradas para las cosas del alma que se sienten en cuerpo. Ausencia y falta de presencia no atinan a describir lo que va más allá de esto. Sonrisa y alegría son a veces tan poquito para lo que se siente no sé si en el pecho, la espalda, la nariz y los ojos y no se diga los dedos chiquitos de pies y manos. Sin embargo vida y muerte me parecen incomprensibles. No sé de qué vientre provienen, o si algún alquimista las proceso en aquellos años oscuros en los que se pensaba que el oro podría salir de sus alambiques. Vida y muerte se me acumulan en los ojos, me inundan mis ratos de ocio esos que a veces acompaño con nueces. Vida y muerte se acurrucan en sus extremos y en el medio quedamos muchos. No sé si ya lo notaron. Por eso a veces cuesta escribir; escribir del mundo, ese mundo que corresponde a lo concreto, el que requiere esas negociaciones, el que es escenario de personajes que con sus hilos mueven en ocasiones nuestros ámbitos de acción. Todo eso queda como escenografía en un foro de individuos en su individualidad. En el convenio de sus sentires y sus experiencias, en la administración de los desafectos y las tribulaciones, particularidad única de nosotros como animales racionales. Así que basilisco, rosetón, gárgola y otras más, eran adjetivos para cuando estaba uno enojada, hecha un energúmeno, displicente o enfurruñada; entonces la metáfora o la imagen mental sustituían en mi infancia, esa laguna de significado oficial relacionado a tan rimbombantes palabrotas. Sin embargo muchas veces somos las palabras, o nos vemos ocupadas por su carga interpretativa. Quizá el contexto y el tono las recargan o las desahogan de un peso que va detrás de lo que vemos en un gesto, en una ceja levantada, en una sonrisa a medias, en un ademán, en una mirada, en un silencio. Y luego, cuando ese vacío que ocupa el lugar en donde hubo una persona se establece entre nosotros, quedan sus palabras, las que lo definían, las que contribuyeron a que fuera quien fue, a que lo viéramos como lo vimos o sentimos. Pero más allá queda algo que no son, ni serán palabras. Algo que aún no podemos nombrar pues será que falta aprender un poco más sobre el vocabulario del espíritu. Ése que el alma guarda dentro y que se deja sentir sólo en raras ocasiones. Por eso a veces cuesta trabajo escribir
Heráclito
R esponder a las gesticulaciones del tiempo, a la inercia de las veinticuatro horas, a la sonrisa de cualquier niño, a la sombra del final, son maneras de estar en la vida. Son trozos de experiencia, circuitos emocionales que nos envuelven, nos acarician, nos ligan, nos atan, nos anudan, nos estiran y abandonan llegado el momento. Pienso en lila y en otros colores que no pueden ponerse en una palabra o en muchas aunque usemos un tercio del diccionario.
Así son los afectos, se sienten en algún lugar del cuerpo: en un brazo, en la mejilla, cerca y detrás del oído, en el ombligo, en la espinilla, las corvas y el final de la espalda. Tienen su sitio y una descripción de acuerdo a quien lo diga pero no hemos atinado en la palabra que los materialice. En dichos momentos evoco la imaginación de mi amiga Eugenia y su facilidad para inventar palabras cuyo sonido refleje la sensación o lo más cercano a cualquiera de ellas. Un lenguaje que no es más que la objetiva presencia de algo que rebasa lo relativo, es casi intangible, paradójico, inaccesible, como el viento en las manos, y sin embargo se siente y se experimenta, cosquillea y puede llegar a seducir o torturar. Quizá los médicos lo llamen somatización. No sé. Hace tiempo que algunas palabras me quedan chiquitas, me saben ambiguas, lentas o apresuradas para las cosas del alma que se sienten en cuerpo. Ausencia y falta de presencia no atinan a describir lo que va más allá de esto. Sonrisa y alegría son a veces tan poquito para lo que se siente no sé si en el pecho, la espalda, la nariz y los ojos y no se diga los dedos chiquitos de pies y manos. Sin embargo vida y muerte me parecen incomprensibles. No sé de qué vientre provienen, o si algún alquimista las proceso en aquellos años oscuros en los que se pensaba que el oro podría salir de sus alambiques. Vida y muerte se me acumulan en los ojos, me inundan mis ratos de ocio esos que a veces acompaño con nueces. Vida y muerte se acurrucan en sus extremos y en el medio quedamos muchos. No sé si ya lo notaron. Por eso a veces cuesta escribir; escribir del mundo, ese mundo que corresponde a lo concreto, el que requiere esas negociaciones, el que es escenario de personajes que con sus hilos mueven en ocasiones nuestros ámbitos de acción. Todo eso queda como escenografía en un foro de individuos en su individualidad. En el convenio de sus sentires y sus experiencias, en la administración de los desafectos y las tribulaciones, particularidad única de nosotros como animales racionales. Así que basilisco, rosetón, gárgola y otras más, eran adjetivos para cuando estaba uno enojada, hecha un energúmeno, displicente o enfurruñada; entonces la metáfora o la imagen mental sustituían en mi infancia, esa laguna de significado oficial relacionado a tan rimbombantes palabrotas. Sin embargo muchas veces somos las palabras, o nos vemos ocupadas por su carga interpretativa. Quizá el contexto y el tono las recargan o las desahogan de un peso que va detrás de lo que vemos en un gesto, en una ceja levantada, en una sonrisa a medias, en un ademán, en una mirada, en un silencio. Y luego, cuando ese vacío que ocupa el lugar en donde hubo una persona se establece entre nosotros, quedan sus palabras, las que lo definían, las que contribuyeron a que fuera quien fue, a que lo viéramos como lo vimos o sentimos. Pero más allá queda algo que no son, ni serán palabras. Algo que aún no podemos nombrar pues será que falta aprender un poco más sobre el vocabulario del espíritu. Ése que el alma guarda dentro y que se deja sentir sólo en raras ocasiones. Por eso a veces cuesta trabajo escribir
miércoles, 17 de febrero de 2010
RIP
Leo lo que Yolanda Zapata escribe sobre la presentación de Savater y muero un poco de la envidia; yo no pude ir. Savater no me escogió a mí aunque leí sus libros en una época en la que por mi edad y mis circunstancias se convirtieron en una luz muy especial. Pero debo ser sincera al reconocer que no me acuerdo ni media palabra de lo que en sus libros dice tan renombrado autor. El día de su exposición fueron otros acontecimientos los que demandaron mi atención, mi presencia y todas mis vísceras juntas: la muerte de uno de mis hermanos.
Quise escaparme de ella para evitar que lo llevara consigo pero mis maniobras fueron insuficientes. Recé, lloré y escribí en este medio con el fin de hacer un frente común pero como dicen en los libros: “era demasiado tarde”. Así que esa flacucha que concebimos como imagen de la muerte nos dejó con un gran vacío, una tristeza que no logro acomodar ni en mi cuerpo ni en mi alma. Uno se prepara y no; sabe y no; supone cómo será y no. Físicamente tengo un hueco entre las costillas y el estómago, mentalmente “no me hallo” y doy a gracias de tener mucho quehacer para no llenar las horas vacías con tan cotidiano acontecimiento: la muerte. Entonces los demás, los cercanos y muchos más nos quedamos en la vida con ese desconcierto indeterminado e indescriptible; funcionando en piloto automático hasta que uno calienta motores y puede andar por sí mismo. En fin: gracias a todos los que nos acompañaron en este camino. Ahora hay que darle la cara a la vida, olvidando y no, que la muerte está viva y vive entre nosotros. Que se aparece por costumbre sin invitación. Que le gusta sorprender, asustar y causar destrozos, conflictos y anomalías sociales e individuales. Pero aunque la ahuyentamos casi “de oficio” en el fondo la aceptamos como parte de esta energía que somos y que nació y morirá teniendo nuestros cuerpos como recipiente; que cumple su proceso hasta que se extingue y se transforma a través de esto que llamamos supremamente muerte. Es cierto también que intelectualmente hablando todos la entendemos, la explicamos, la describimos, la analizamos, la sintetizamos y la interpretamos pero cuando se nos acerca demasiado todos los argumentos desaparecen, se los lleva la tristeza y la ausencia que anuncia una permanencia tan infinita como nuestro resto de años de vida. Sería momento de parafrasear a Borges, a Fuentes a Paz o a Sarámago. De interpretar los trabajos de Posadas y traer del mundo fantástico nuestros ritos -mezcla de profano y divino- pero no me vienen a la cabeza ni sus frases menos sus posturas. Sólo tengo la noción de que son sus ideas lo que en algún momento apaciguan nuestros mudos lamentos, nuestros cuestionamientos, nuestra rebelión ante algo cuya contundencia no compite con ningún otro evento en la vida. Es obvio que en nuestro concepto de mundo todo lo que inicia tiene un final, pero es algo que aún no procesamos, que nuestro metabolismo cerebral no acepta tan naturalmente como el nacimiento que es su otro extremo. Yo quiero pensar que en este caso la vida que termina deja además de lo que ya mencioné un sin fin de risas y de alegrías, de satisfacciones y deleites con que salpicaba la conversación. Una serie de momentos que me permiten dar gracias a la vida por haberme dado un hermano como él. Que en paz descanses querido Pascual.
Quise escaparme de ella para evitar que lo llevara consigo pero mis maniobras fueron insuficientes. Recé, lloré y escribí en este medio con el fin de hacer un frente común pero como dicen en los libros: “era demasiado tarde”. Así que esa flacucha que concebimos como imagen de la muerte nos dejó con un gran vacío, una tristeza que no logro acomodar ni en mi cuerpo ni en mi alma. Uno se prepara y no; sabe y no; supone cómo será y no. Físicamente tengo un hueco entre las costillas y el estómago, mentalmente “no me hallo” y doy a gracias de tener mucho quehacer para no llenar las horas vacías con tan cotidiano acontecimiento: la muerte. Entonces los demás, los cercanos y muchos más nos quedamos en la vida con ese desconcierto indeterminado e indescriptible; funcionando en piloto automático hasta que uno calienta motores y puede andar por sí mismo. En fin: gracias a todos los que nos acompañaron en este camino. Ahora hay que darle la cara a la vida, olvidando y no, que la muerte está viva y vive entre nosotros. Que se aparece por costumbre sin invitación. Que le gusta sorprender, asustar y causar destrozos, conflictos y anomalías sociales e individuales. Pero aunque la ahuyentamos casi “de oficio” en el fondo la aceptamos como parte de esta energía que somos y que nació y morirá teniendo nuestros cuerpos como recipiente; que cumple su proceso hasta que se extingue y se transforma a través de esto que llamamos supremamente muerte. Es cierto también que intelectualmente hablando todos la entendemos, la explicamos, la describimos, la analizamos, la sintetizamos y la interpretamos pero cuando se nos acerca demasiado todos los argumentos desaparecen, se los lleva la tristeza y la ausencia que anuncia una permanencia tan infinita como nuestro resto de años de vida. Sería momento de parafrasear a Borges, a Fuentes a Paz o a Sarámago. De interpretar los trabajos de Posadas y traer del mundo fantástico nuestros ritos -mezcla de profano y divino- pero no me vienen a la cabeza ni sus frases menos sus posturas. Sólo tengo la noción de que son sus ideas lo que en algún momento apaciguan nuestros mudos lamentos, nuestros cuestionamientos, nuestra rebelión ante algo cuya contundencia no compite con ningún otro evento en la vida. Es obvio que en nuestro concepto de mundo todo lo que inicia tiene un final, pero es algo que aún no procesamos, que nuestro metabolismo cerebral no acepta tan naturalmente como el nacimiento que es su otro extremo. Yo quiero pensar que en este caso la vida que termina deja además de lo que ya mencioné un sin fin de risas y de alegrías, de satisfacciones y deleites con que salpicaba la conversación. Una serie de momentos que me permiten dar gracias a la vida por haberme dado un hermano como él. Que en paz descanses querido Pascual.
martes, 9 de febrero de 2010
tengo un hueco en las emociones
ALGO DE MI TRISTEZA
Sólo quiero decir que la enfermedad, la muerte, la alegría de un nuevo nacimiento, la tristeza de una separación son la vida. Esta sucesión de momentos polarizados o totalizados en segmentos de existencia que nos transportan inesperadamente por vivencias que a pesar de ser parte una campaña de publicidad para promover la vida, no las advertimos hasta que es imposible ignorar los acontecimientos.
Vivimos sabiendo que lo único seguro es la muerte pero lo ignoramos para poder subsistir y no caer en el pozo de la melancolía o el catastrofismo. De pronto es como si la vida y la muerte nos jalaran un pie para recordarnos que están las dos ahí. Que conviven y pelean sus espacios; que pelean y negocian por obtener ambas más de cada uno de nosotros. Nosotros no somos conscientes de esa lucha: nos dedicamos a vivir pensando sin pensar que es para siempre. Ellas, la vida y la muerte quieren llevarnos cada una a su territorio. La vida por su parte nos quiere activos, dinámicos, creativos, reflexivos, pensantes, emprendedores, luchadores y muchos otros etcéteras. Pero la muerte nos quiere sin saber bien a bien para qué nos lleva. No sabe aún si nos quiere para volvernos a este mundo en una reencarnación o en un evento del karma. No se decide si el infierno, el purgatorio o el cielo son el lugar que nos espera. No tiene aún claro si nos sentará en algún lobby situado en el espacio sideral para esperar el Juicio Final. Tampoco sabe a ciencia cierta si nos juzgarán por lo que hicimos o por nuestras buenas intenciones. Si todos seremos perdonados ya que siempre habrá una infancia infeliz, un padre abusivo, una madre histérica que nos habrá marcado convirtiéndonos a su vez, en abusadores, histéricas o seres deprimidos cuya sentencia estaba escrita desde el vientre materno. Mientras tanto y a pesar de atropellos, enfermedades y malos entendidos, la vida es divertida, interesante, sorprendente, desquiciante e inquietante. Por eso nadie quiere irse a ese lugar desconocido al que la muerte nos quiere llevar a todos y cada uno. Por eso la vida con sus contrastes nos apasiona al grado de querer permanecer aún cuando las circunstancias son totalmente adversas. Uno se aferra a la vida por ello y un tanto por instinto de conservación. Ver que la vida se apaga en alguien en un sentimiento que agujera el corazón y taladra el alma. Ver que se apaga la vida del otro es desconcertante, inexplicable y casi siempre inadmisible. Ver que la vida se va en el otro es un memorial que vivimos sin querer vivirlo y que aceptamos sin dar nuestro consentimiento. Que me provoca un hueco en mis sentimientos y mis emociones con lo que sin importar vivo este día y los que vendrán hasta que mi alma se agote. Hoy sólo quiero decir que la muerte acompaña mis ideas el día de hoy, que la traigo entre ceja y ceja para hacerla a un lado pero no se deja. Me persigue un poco a mí y un mucho a otros. Me dice cosas, me habla de tú y se aparece en mis conversaciones o en la gente que conozco y quiero. Yo de principio no le hago caso, después, ante su insistencia le hago ver que no es su lugar, que está de más, y que ya nos veremos en circunstancias más adecuadas. Como que se va y regresa. Yo sigo haciéndole la lucha para convencerla. Espero lograrlo.
Sólo quiero decir que la enfermedad, la muerte, la alegría de un nuevo nacimiento, la tristeza de una separación son la vida. Esta sucesión de momentos polarizados o totalizados en segmentos de existencia que nos transportan inesperadamente por vivencias que a pesar de ser parte una campaña de publicidad para promover la vida, no las advertimos hasta que es imposible ignorar los acontecimientos.
Vivimos sabiendo que lo único seguro es la muerte pero lo ignoramos para poder subsistir y no caer en el pozo de la melancolía o el catastrofismo. De pronto es como si la vida y la muerte nos jalaran un pie para recordarnos que están las dos ahí. Que conviven y pelean sus espacios; que pelean y negocian por obtener ambas más de cada uno de nosotros. Nosotros no somos conscientes de esa lucha: nos dedicamos a vivir pensando sin pensar que es para siempre. Ellas, la vida y la muerte quieren llevarnos cada una a su territorio. La vida por su parte nos quiere activos, dinámicos, creativos, reflexivos, pensantes, emprendedores, luchadores y muchos otros etcéteras. Pero la muerte nos quiere sin saber bien a bien para qué nos lleva. No sabe aún si nos quiere para volvernos a este mundo en una reencarnación o en un evento del karma. No se decide si el infierno, el purgatorio o el cielo son el lugar que nos espera. No tiene aún claro si nos sentará en algún lobby situado en el espacio sideral para esperar el Juicio Final. Tampoco sabe a ciencia cierta si nos juzgarán por lo que hicimos o por nuestras buenas intenciones. Si todos seremos perdonados ya que siempre habrá una infancia infeliz, un padre abusivo, una madre histérica que nos habrá marcado convirtiéndonos a su vez, en abusadores, histéricas o seres deprimidos cuya sentencia estaba escrita desde el vientre materno. Mientras tanto y a pesar de atropellos, enfermedades y malos entendidos, la vida es divertida, interesante, sorprendente, desquiciante e inquietante. Por eso nadie quiere irse a ese lugar desconocido al que la muerte nos quiere llevar a todos y cada uno. Por eso la vida con sus contrastes nos apasiona al grado de querer permanecer aún cuando las circunstancias son totalmente adversas. Uno se aferra a la vida por ello y un tanto por instinto de conservación. Ver que la vida se apaga en alguien en un sentimiento que agujera el corazón y taladra el alma. Ver que se apaga la vida del otro es desconcertante, inexplicable y casi siempre inadmisible. Ver que la vida se va en el otro es un memorial que vivimos sin querer vivirlo y que aceptamos sin dar nuestro consentimiento. Que me provoca un hueco en mis sentimientos y mis emociones con lo que sin importar vivo este día y los que vendrán hasta que mi alma se agote. Hoy sólo quiero decir que la muerte acompaña mis ideas el día de hoy, que la traigo entre ceja y ceja para hacerla a un lado pero no se deja. Me persigue un poco a mí y un mucho a otros. Me dice cosas, me habla de tú y se aparece en mis conversaciones o en la gente que conozco y quiero. Yo de principio no le hago caso, después, ante su insistencia le hago ver que no es su lugar, que está de más, y que ya nos veremos en circunstancias más adecuadas. Como que se va y regresa. Yo sigo haciéndole la lucha para convencerla. Espero lograrlo.
sábado, 6 de febrero de 2010
1-TY-87
Time goes by...so slowly”.
Madonna
El martes pasado atropellaron a uno de mis hijos. El conductor se asustó y se dio a la fuga. Por eso no escribí nada en este espacio. Cuando recibí la llamada sentía que el tiempo volaba pero que al mismo tiempo también parecía detenerse. Trataba de decirme algo, como abriendo un paréntesis mientras yo tomaba los datos del accidente queriendo eliminar las distancias y teletrasportarse hasta el lugar de los hechos esperando que “de los males -por favor- el menos.” La suerte, la fortuna o la Divina Providencia me colocaron a unas cuantas cuadras del trancazo y al oír cómo me decía lo que había pasado me sentí flotando entre “cordilleras” y “sierras” tratando de encontrar la esquina de Sierra Ventana y Sierra Breña. Un tope y un montón de pedazos de motocicleta negra tirados en el suelo me anunciaron que había llegado y antes de verlo tirado en el suelo ya alcanzaba a escuchar sus gritos al no poder mover la pierna: tenía fracturados la tibia y el peroné y un bondadoso vecino se la había inmovilizado con cartón y algunas vendas. Me puse a su lado mientras traspasaba un círculo de protección intangible que tenía a su alrededor; unas veinte personas que al oír el golpe y después los gritos salieron a ayudarlo. Me bajo del coche y tratando de mantener la calma trato de calmarlo yo a él. Ya le han traído agua, le toman la mano, le tapan el sol, me dan las placas, me explican lo que oyeron y lo que no vieron; el tiempo que ha trascurrido desde el momento que advirtieron el accidente. Hay una esfera de buena voluntad alrededor de él. La ambulancia y tránsito tardan un poco, no mucho pero en esos momentos quisieras que aparecieran por arte de magia, casi sin necesidad de llamarlos. Al fin llegan y un oficial de la policía auxiliar se ofrece a ir por una de mis hijas para que me ayude con todo lo que se avecina. Llega la ambulancia y lo atienden, le mueven con cuidado, le inmovilizan la pierna y lo suben en la ambulancia. Yo voy atrás y entre la confusión me viene a la cabeza la colecta anual pues es una ambulancia de la Cruz Roja y pienso que a todos se nos ofrece algún día y sería bueno tenerlo más consciente. Vamos despacio por carranza y luego Arista porque –me cuenta luego- los topes, los baches y el adoquín le retumban en los huesos rotos. Llegamos a urgencias del hospital y poco a poco las cosas empiezan a fluir. El médico de guardia, llamar al ortopedista, los papeles del seguro, radiografías, cirugía, clavos, tornillos, muletas, andaderas, suero, inyecciones, sedantes, cirugía, recuperación, visitas de amigos y familiares y por fin, el alta y a casa. Quiero agradecer a todos los que sí hicieron algo por mi hijo, gracias porque quedarse tirado en la calle con los huesos rotos no son enchiladas. Tampoco lo es salir de la comodidad de tu casa y atender a quien sabe quién y además de eso todavía llamar e ir a verlo al hospital con todo y chocolatitos. Yo soy una escéptica de las bondades humanas quizá porque he visto o me he fijado más en el lado negativo y perverso de la gente. Pero a pesar de las circunstancias creo que esa masa desconocida que estuvo ahí ese día para tomarle la mano y auxiliarlo mientras llegaba yo, es una de las cosas más bonitas que he visto en mucho tiempo y por eso me tomo la libertad de usar este espacio para reivindicar a todos lo desconocidos y anónimos que sin ser responsables, familiares o amigos tienden su mano todos los días en este tipo de accidentes. Creo que gracias a ellos la víctima tiene en quien apoyarse y es un factor determinante en esos momentos. Es domingo y dice que aún tiene grabado el ruido cuando del impacto. Su recuperación física llevará un tiempo y el doctor nos explica que tiene buen pronóstico. Paso por la calle del accidente intentando “ver” cómo sucedió. Recojo pedazos que quedaron tirados y pienso que son sólo eso: cachos de moto lo que quedó inservible y que mi hijo está vivo y yo le doy gracias…no solamente a Dios: GRACIAS Martosa898@hotmail.com
Time goes by...so slowly”.
Madonna
El martes pasado atropellaron a uno de mis hijos. El conductor se asustó y se dio a la fuga. Por eso no escribí nada en este espacio. Cuando recibí la llamada sentía que el tiempo volaba pero que al mismo tiempo también parecía detenerse. Trataba de decirme algo, como abriendo un paréntesis mientras yo tomaba los datos del accidente queriendo eliminar las distancias y teletrasportarse hasta el lugar de los hechos esperando que “de los males -por favor- el menos.” La suerte, la fortuna o la Divina Providencia me colocaron a unas cuantas cuadras del trancazo y al oír cómo me decía lo que había pasado me sentí flotando entre “cordilleras” y “sierras” tratando de encontrar la esquina de Sierra Ventana y Sierra Breña. Un tope y un montón de pedazos de motocicleta negra tirados en el suelo me anunciaron que había llegado y antes de verlo tirado en el suelo ya alcanzaba a escuchar sus gritos al no poder mover la pierna: tenía fracturados la tibia y el peroné y un bondadoso vecino se la había inmovilizado con cartón y algunas vendas. Me puse a su lado mientras traspasaba un círculo de protección intangible que tenía a su alrededor; unas veinte personas que al oír el golpe y después los gritos salieron a ayudarlo. Me bajo del coche y tratando de mantener la calma trato de calmarlo yo a él. Ya le han traído agua, le toman la mano, le tapan el sol, me dan las placas, me explican lo que oyeron y lo que no vieron; el tiempo que ha trascurrido desde el momento que advirtieron el accidente. Hay una esfera de buena voluntad alrededor de él. La ambulancia y tránsito tardan un poco, no mucho pero en esos momentos quisieras que aparecieran por arte de magia, casi sin necesidad de llamarlos. Al fin llegan y un oficial de la policía auxiliar se ofrece a ir por una de mis hijas para que me ayude con todo lo que se avecina. Llega la ambulancia y lo atienden, le mueven con cuidado, le inmovilizan la pierna y lo suben en la ambulancia. Yo voy atrás y entre la confusión me viene a la cabeza la colecta anual pues es una ambulancia de la Cruz Roja y pienso que a todos se nos ofrece algún día y sería bueno tenerlo más consciente. Vamos despacio por carranza y luego Arista porque –me cuenta luego- los topes, los baches y el adoquín le retumban en los huesos rotos. Llegamos a urgencias del hospital y poco a poco las cosas empiezan a fluir. El médico de guardia, llamar al ortopedista, los papeles del seguro, radiografías, cirugía, clavos, tornillos, muletas, andaderas, suero, inyecciones, sedantes, cirugía, recuperación, visitas de amigos y familiares y por fin, el alta y a casa. Quiero agradecer a todos los que sí hicieron algo por mi hijo, gracias porque quedarse tirado en la calle con los huesos rotos no son enchiladas. Tampoco lo es salir de la comodidad de tu casa y atender a quien sabe quién y además de eso todavía llamar e ir a verlo al hospital con todo y chocolatitos. Yo soy una escéptica de las bondades humanas quizá porque he visto o me he fijado más en el lado negativo y perverso de la gente. Pero a pesar de las circunstancias creo que esa masa desconocida que estuvo ahí ese día para tomarle la mano y auxiliarlo mientras llegaba yo, es una de las cosas más bonitas que he visto en mucho tiempo y por eso me tomo la libertad de usar este espacio para reivindicar a todos lo desconocidos y anónimos que sin ser responsables, familiares o amigos tienden su mano todos los días en este tipo de accidentes. Creo que gracias a ellos la víctima tiene en quien apoyarse y es un factor determinante en esos momentos. Es domingo y dice que aún tiene grabado el ruido cuando del impacto. Su recuperación física llevará un tiempo y el doctor nos explica que tiene buen pronóstico. Paso por la calle del accidente intentando “ver” cómo sucedió. Recojo pedazos que quedaron tirados y pienso que son sólo eso: cachos de moto lo que quedó inservible y que mi hijo está vivo y yo le doy gracias…no solamente a Dios: GRACIAS Martosa898@hotmail.com
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