Abrir una libreta nueva o llegar a la mitad de ella es algo significativo. Es una señal de que algo se va a hacer o se ha hecho y viene una segunda parte que renueve, que dinamice lo que ha pasado, que deje atrás ese pasado y lo convierta en una nueva energía. Estas son mis teorías que sirven para acariciar el alma, para animarla y ayudarla a ponerse en una sintonía que armonice con la realidad del mundo, con sus movimientos, sus adagios, pausas, “crecendos” y sus allegros. Estos tiempos como los musicales que nos han sacudido a todos de manera masiva alrededor del mundo ya sea a través de estos tenebrosos sismos, secuestros entres allegados y familiares, operativos en centros metropolitanos otrora pujantes y pacíficos acompañados de un malestar social provocado por una economía que lejos de recuperarse, se estanca en este deplorable desprogreso económico.
Vengo escuchando a Carmen Aristegui y su análisis sobre los últimos acontecimientos en Monterrey, Ciudad Juárez y otras ciudades en el norte del país. Está conversando con otro analista quien afirma que si se quiere ir en serio en esta guerra contra las empresas del narcotráfico habría que empezar por coartar su capacidad para producir, almacenar, distribuir y administrar sus productos; es decir que debe elaborarse un proyecto encabezado por los sistemas de inteligencia que derive en la incautación de propiedades y cuentas bancarias que permiten a los señores de la droga enriquecerse y aumentar su poder gracias a las ausencias en la ley que propician y favorecen la creación de empresas aparentemente legales bajo las que operan alrededor de nuestro país y que trasciende fronteras por todo el mundo.
Esto es un sueño guajiro me digo mientras la escucho. Demasiados intereses conjugados, demasiada corrupción en las articulaciones de nuestros sistemas de justicia. Demasiados “demasiados”. De pronto el comentario es sobre aquellos que en México se pronuncian a favor de la legalización de las drogas; entre ellos Porfirio Muñoz, Ledo, Julieta Venegas y lo más sorprendente el ideólogo de “Vive sin Drogas” Ricardo Salinas Pliego y mi cabeza entonces hace corto circuito, ¿cómo, de qué se trata?; ahora todo el aparato de manipulación de opinión pública seguramente va a trabajar para que esto se fortalezca como un frente consolidado de la opinión que llamarán genuinamente “pública”.
Me digo que vivo en un planeta de incongruencias y estoy de acuerdo en que se vale cambiar de opinión pero dar estos bandazos no entra todavía en mis escalas de aceptación. Una cosa es que la gente decida o no fumar mota y tomar hasta embrutecerse o inyectarse o consumir una de tantas drogas duras que dicen hay circulando y otra cosa es que el Estado, los medios y demás poderes del mismo y de la sociedad, sólo por tener el poder, manipulen opiniones y creen un escenario de aceptación que no existe. Un escenario que lleva al deterioro del ser humano en más un sentido. Quién en su sano juicio puede decir que las drogas favorecen la positiva evolución de alguien. Quién conoce un ex adicto que diga que quiere volver a estar “ahí”, en la dependencia, en ese saco sin fondo en el que se encuentra cualquiera cuando la necesidad de consumir lleva al robo, a la prostitución, al crimen y en la mayoría de los casos a poner en peligro la vida.
Entiendo que puede haber uno y mil motivos por los cuales alguien se acerca al consumo de drogas. Entiendo que puede ser inquietante, interesante y sentirse una gran curiosidad por experimentarlas. Entiendo que hay momentos en que se puede uno sentir tan abrumado que ése puede ser un escape similar al del alcohol y que como ésa hay muchas decisiones que el ser humano hace a lo largo de sus vidas y que muchos pasan por estos momentos como una etapa más de su vida sin que necesariamente los consuma su propio consumo. Pero es inquietante que estas personalidades- Porfirio y Salinas Pliego se pronuncien a favor de su legalización.
Me pregunto si visualizan el país una vez que se aprobara. Qué tendríamos: gente legalmente “pasada” en cualquier lado a cualquier hora. Justificaciones para sus crímenes por estar bajo los efectos de una sustancia cuyo consumo es legal. ¿Cuáles son las implicaciones sociales al interior de las familias? ¿Se imaginan a los hijos diciéndoles a los papás que lo que hacen es “perfectamente aceptado”? ¿Qué no tenemos bastante deterioro en estos momentos? ¿Acaso podemos con lo que ahora enfrentamos con una sociedad aparentemente sana? Mi única respuesta es que la gran mayoría de los que mueven los hilos de este país es una bola de farsantes. Una bola de payasos que en busca de mantener, acrecentar y extender su poder no ven más que el beneficio personal y de sus más allegados. Seguramente que no saben lo que es vivir con un adicto como parte de la familia, o no les han secuestrado a nadie o mucho menos han sufrido la pérdida de algún ser querido en fuegos cruzados, asaltos u otros crimen que ahora es pan de todos los días. O seguramente yo –por alguna oscura razón- no logro ver el beneficio de la legalización de este tan fructífero negocios de algunos.
Me quiero regresar a mi libreta, a mi página en blanco, escribir una historia que tenga globos y serpentinas, columpios, perros, cerros sin casas de interés residencial, calles con niños que no temen ir y venir caminando de su escuela a la casa. Me quiero regresar ahí pero no creo que se pueda, por eso mi cerebro busca teorías, ideas que le ayuden a adaptarse porque una vez que alguien ha soltado públicamente estas ideas, no pasará mucho tiempo para que estén siendo discutidas en el Congreso, 15 minutos antes de que los diputados tomen sus merecidas vacaciones de semana santa.
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