ALGO DE MI TRISTEZA
Sólo quiero decir que la enfermedad, la muerte, la alegría de un nuevo nacimiento, la tristeza de una separación son la vida. Esta sucesión de momentos polarizados o totalizados en segmentos de existencia que nos transportan inesperadamente por vivencias que a pesar de ser parte una campaña de publicidad para promover la vida, no las advertimos hasta que es imposible ignorar los acontecimientos.
Vivimos sabiendo que lo único seguro es la muerte pero lo ignoramos para poder subsistir y no caer en el pozo de la melancolía o el catastrofismo. De pronto es como si la vida y la muerte nos jalaran un pie para recordarnos que están las dos ahí. Que conviven y pelean sus espacios; que pelean y negocian por obtener ambas más de cada uno de nosotros. Nosotros no somos conscientes de esa lucha: nos dedicamos a vivir pensando sin pensar que es para siempre. Ellas, la vida y la muerte quieren llevarnos cada una a su territorio. La vida por su parte nos quiere activos, dinámicos, creativos, reflexivos, pensantes, emprendedores, luchadores y muchos otros etcéteras. Pero la muerte nos quiere sin saber bien a bien para qué nos lleva. No sabe aún si nos quiere para volvernos a este mundo en una reencarnación o en un evento del karma. No se decide si el infierno, el purgatorio o el cielo son el lugar que nos espera. No tiene aún claro si nos sentará en algún lobby situado en el espacio sideral para esperar el Juicio Final. Tampoco sabe a ciencia cierta si nos juzgarán por lo que hicimos o por nuestras buenas intenciones. Si todos seremos perdonados ya que siempre habrá una infancia infeliz, un padre abusivo, una madre histérica que nos habrá marcado convirtiéndonos a su vez, en abusadores, histéricas o seres deprimidos cuya sentencia estaba escrita desde el vientre materno. Mientras tanto y a pesar de atropellos, enfermedades y malos entendidos, la vida es divertida, interesante, sorprendente, desquiciante e inquietante. Por eso nadie quiere irse a ese lugar desconocido al que la muerte nos quiere llevar a todos y cada uno. Por eso la vida con sus contrastes nos apasiona al grado de querer permanecer aún cuando las circunstancias son totalmente adversas. Uno se aferra a la vida por ello y un tanto por instinto de conservación. Ver que la vida se apaga en alguien en un sentimiento que agujera el corazón y taladra el alma. Ver que se apaga la vida del otro es desconcertante, inexplicable y casi siempre inadmisible. Ver que la vida se va en el otro es un memorial que vivimos sin querer vivirlo y que aceptamos sin dar nuestro consentimiento. Que me provoca un hueco en mis sentimientos y mis emociones con lo que sin importar vivo este día y los que vendrán hasta que mi alma se agote. Hoy sólo quiero decir que la muerte acompaña mis ideas el día de hoy, que la traigo entre ceja y ceja para hacerla a un lado pero no se deja. Me persigue un poco a mí y un mucho a otros. Me dice cosas, me habla de tú y se aparece en mis conversaciones o en la gente que conozco y quiero. Yo de principio no le hago caso, después, ante su insistencia le hago ver que no es su lugar, que está de más, y que ya nos veremos en circunstancias más adecuadas. Como que se va y regresa. Yo sigo haciéndole la lucha para convencerla. Espero lograrlo.
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