ALMA, PLANETA, UNIVERSO…
Qué difícil ponerse en los zapatos ajenos…hasta no experimentar en carne propia puede uno entender las emociones, el dolor o la alegría de otros. Esto porque ayer me descompuse…mis circuitos digestivos se congestionaron en algo que pudo haber sido una infección, pero como les decimos a los niños “ya pasó, ya pasó”. El cuerpo y uno mismo es una cosa maravillosa pero en realidad no encuentro las palabras que puedan definir lo que me parece esta conexión que tenemos entre nuestras funciones de vida y las vibraciones del espíritu que en momentos bloquean nuestros conductos de vida provocándonos trastornos que no explicamos y no le vemos relación con lo que o bien comimos o experimentamos. Será que no alcanzamos a entender todavía esa máxima que alude a conocernos cada vez mejor a nosotros mismos. Yo desde hace unas dos semanas tengo un bloqueo entre mis lágrimas y el alucine de perder un hermano. Siento que es una emoción que mi cuerpo rechaza que mi mente no digiere y que por tal, mi estómago se afecta hasta que las lágrimas no expresadas enferman el cuerpo hasta dejarme un poco más que inútil. Sólo entonces ese dolor proveniente del alma que se convierte en un dolor físico permite que el llanto brote y mis lloros encuentren su camino de salida por estos lagrimales que ahora están más que húmedos. Nuestras falsas defensas más que protegernos confabulan y se organizan para mostrarnos nuestra debilidad, nuestro desasosiego por las faltas que experimentamos cuando alguien tan querido deja de respirar. Este organismo que muchos contemplan como templo del Espíritu Santo, éste tan bien sincronizado cuerpo, esta entidad que tiene tres personas distintas en una misma, pasa por espasmos de conflicto que sólo pocos pueden explicar y o entender por más que busquemos las razones o utilicemos metáforas electrónicas para describir esta más que máquina que alberga nuestras vidas, ajenas casi, a nuestra voluntad o a nuestra consciencia. Quizá por ello cuando uno tiene más de cuatro o cinco décadas brincoteando sobre el planeta y de aquí para allá, recurren los pensamientos sobre la trascendencia de la vida, la meditación y la relación entre mente, cuerpo y alma. Me dan ganas de uno de esos retiros de silencio en donde en otros tiempos encontré de todo menos eso; pero que en su momento puedo contarlos como los episodios más reconfortantes y hasta divertidos de mi vida. Quizá por la guía, quizá por la compañía y también por la circunstancia. A veces creo que tan sólo somos eso, una circunstancia que manipulamos entre todos, con nuestras interacciones, nuestras actitudes, nuestras decisiones. Ésa vínculo que muchos utilizan para demostrar que el deterioro del planeta de debe a eso a la forma de plantarnos en el mundo y ante los demás. Pensando además, que el planeta es algo lejano, producto de la ficción, o tema del Discovery Channel. Bajo esa premisa en lugar de levantar áreas verdes, levantamos fraccionamientos en zonas que ingenuamente creemos no son necesarias para el equilibrio ecológico, imponiendo estilos de vida y nuevas costumbres para nuevas ganancias de quienes conciben y llevan a la práctica tan fabulosas ideas de progreso y desarrollo vial o de vivienda. Tapamos los lagrimales de la tierra hasta que esta agua se convierte en diluvios que escurren sin encontrar cerros o llanos que los puedan aprovechar. La tierra llora, se inquieta y estalla porque le duele lo que le hacemos, le duele que asesinemos sus matorrales, sus malezas, la maraña de cactáceas y plantas de nombre desconocido por común que es en el malentendido de que no sirven para nada. Este es el antecedente de cambiar el paisaje de esta ciudad con sus cerros cercando la vista, por hermosísimo – porque lo son- horizontes de arquitectura vanguardista. Y si bien esto pareciera un ataque para quienes han creído que esto es lo que una población necesitamos, quisiera que pudiera ser una cosquilla que los empiece a inquietar y apliquen su creatividad y recursos para formar verdaderos espacios de convivencia, pues está por demás decir en qué se convierten muchas de estas ideas: muros con graffiti, gente apilada como en caja de galletas, concreto y cemento formando un horizonte gris y plano. Me gustaría pensar que somos más que esta circunstancia y que somos capaces de mantener los canales de nuestro planeta limpios, para que la vida que fluye en ellos siga corriendo y no nos provoque las catástrofes que nos hemos acostumbrado a ver últimamente. Vamos conociendo mejor nuestro planeta quizás nos ayude a conocernos un poco más a nosotros mismo. Martosa898@hotmail.com. http://trazoytrama.blogspot.com
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