Noche y sueños
Amor irreconciliable que deja rastro fuera de mis sentidos. Un momento perdido en la memoria, vivo en la piel y en su trazo irrepetible.
Diferente, equivocada, similar: coincidentes, divergentes, estridentes que la psicología moderna nos ha hecho catalogables y predecibles.
Tus ojos dibujan una mirada en un mundo que conozco por tu sonrisa.
Abismo sincero. Vida. Trabajo. Conversación y sorpresa. Rollo y vida. Luna y luz. Nudo y llanto. Movimiento. Un deseo. Lila y rosa. Peces y lirios. Ranas y príncipes. Elefantes y rinos. Morsa, foca y ballena hermanas del volumen, del peso que se hace ligero en agua tibia. Hermanas de la corriente y de la marea. De lo que dice tu alma por los labios y que no dicen ésos, los míos y que de todos modos entiendes.
De una espalda desnuda y de una pierna fuera de las sábanas. Un ruido oscuro y lejano con olor a flor de noche de mayo y madrugada y grillo neurótico que la tortura con sus horas; desliz de las hojas sobre el aire.
Te habito en mis sueños, Forma y color tomas a partir de la decisión de estas noches vastas de tiempo, de ventanas abiertas con estrellas distantes anuladas por la luz de la ciudad, la de los motores y escapes.
Una espalda desnuda, la pierna bajo las sábanas, una luz que deslumbra, El aire que vino con la noche. La oscuridad que me trae de vuelta eso que consagra rutinas y explicaciones, que prevé para romper.
¿De qué estamos hechos? Yo de ti un poco, de mis hijos y de mis tres amigos. De lo que tu mente ahora repasa. Y soy un tren que no se detuvo durante el verano.
Soy una parte de melancolía añorada y alegría futura. Soy la que me gustaría ser y mi imposibilidad para lograrlo. Soy una provinciana multicultural: vieja joven transvanguardista con momentos eternamente estudiantiles.
Soy tú cuando dices eso que prende una luz en mis huecos y muy yo cuando desacuerdo con tus etiquetas. Soy yo nuevamente cuando te contradices y no lo percibes.
Me convierto en mi madre cuando tiendo la cama. En mi padre cuando apilo libros en un buró. De nuevo yo cuando juego a no serlo, reconquistándome de mi circunstancia, de este momento glorioso que da las condiciones para graduarme en la abnegación femenina, la que detesto abiertamente pero que deseo en una mínima dosis para disimular la inconformidad.
Te quedas; yo quiero irme. Convertirme en chófer de autobús sin pasaje, Ir por fotos y regresar con lo 10 rollos llenos de almas que encuentre en la carretera. La de la señora de la miscelánea, la del mecánico de esa zona rural, la del niño que vende serpientes raquíticas; la de muchos árboles que inundan de verde todo a su paso. De troncos dramáticos y caminos infinitamente rectos que llevan a más aridez.
Voy a ir a recoger y a robarme en mis fotos esos espíritus tristes que penetran la tierra color polvo y terrón, talco y roca. Voy a traer sus tristeza, el hambre de sus ojos y sus pies desnudos para que se les olvide un rato que están bajo esos soles tan largos.
Pero también me quiero traer su fuerza, la que todos los días los levanta del petate con sus gallos y sus perros escandalosos. Me voy a robar su gusto por la compañía y la visita. Su añoranza por la conversación y el color de sus paredes que contrastan con los tonos pálidos de su geografía. Ésa que algunos aborrecen porque no le deja camino a la imaginación con sus límites y fronteras. A ellos les voy a traer unas fotos de cerros azules, de norias resecas, de veredas comunes y calles de tierra para que le agarren gusto a la geografía., a los surcos en donde debiera correr agua, y el aironazo en esos llanos que les deja el semblante y los ombligos polveados. La foto de un país que me duele cuando me acuerdo que está ahí.
Esto ocurre en la mende durante la noche; una noche bella que aunque no mire la reconozco y la disfruto cuando sé que está ahí, De quien me he vuelto amiga cuando duermo bien y su protegida cuando el sueño me lleva de ojos abiertos; admiradora de sus horas tempranas y a quien espero todos los días como medicina, descanso y misterio.
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